Cielos de cartón

Atraparla en ese instante fugaz
cuando su sonrisa envuelve un universo perfecto,
y la sorpresa congela el alma
como una cuántica atrapada y predicha,
y los átomos se detienen,
a mirar,
de bocas abiertas.
Como un destino truncado
por la conmovedora vulnerabilidad de los dioses,
como encontrar lleno
un salto al vacío
o los zapatos llenos de vértigo,
como millones de años
con el único propósito de este momento,
cuando toda muerte es un detalle insignificante,
cuando toda sabiduría se deshace
y no hay mayor conocimiento que su cintura.

  
Porque no hay océano más ancho
ni horizonte más imposible
que aquél que se dibuja nuevo a cada paso,
porque la máquina siente,
y cambia su vuelo por abrazos de metal.
En un impulso fantástico de infinitos:
besos y protones,
flores del espacio
y planetas que cantan
poemas de amor a la Física.
Viejos que chirrían sus órbitas
con achaques de cometa.
Cómo no sorprender a la distancia
o engañar gravedades
si allá van, por los espacios, todas las voces,
risas y sueños de los niños hombres.
Desde este pequeño gran rincón tan anónimo
llévanos lejos de nosotros
a navegar un mar tan extraño.
En esta orilla tan distante de todo
aún quedamos
los que vuelan contigo,
los que se saben lejos
- a salvo -
de tristeza terrestre.
Ojalá no nos pierdas la memoria
y no olvides que una vez fuimos.
Tras todos los límites,
a la deriva del tiempo.